MARCOS TORIO
PALMA DE MALLORCA.-
El incienso se va esfumando, los guantes blancos caen y tras el baño de gloria con Reyes incluidos, la intrahistoria se abre paso en la intervención de Barceló en la catedral de Mallorca. Y la Iglesia, callada hasta ahora, empieza a contar los entresijos de tantas reuniones de la Fundación Art a la Seu, gestora del proyecto. Primera queja: el resultado de los vitrales no coincide con la propuesta del artista. Del dicho al hecho va un trecho... y un par de tonalidades.
El deán de la catedral y miembro del patronato de Art a la Seu, Joan Darder, explicó ayer a EL MUNDO que Miquel Barceló «propuso verbalmente» en una reunión su tercera y definitiva solución para las vidrieras en noviembre de 2006. «Nos dijo que los crearía con tonos que irían del gris al azul porque daba una sensación placentera que invitaba a la oración». La obra tenía fecha de estreno para el 2 de febrero, el artista no traía un proyecto que mostrar y ya había una propuesta aprobada. «En ese momento no había nadie a favor porque no era lo acordado y ya se había modificado una vez por petición suya». Y el tiempo apremiaba. La idea no pasó por el Cabildo y Barceló trabajó a contrarreloj siguiendo su impulso creativo, a pesar de que su contrato especificaba que cada paso que diera «necesitaba preceptivamente la aprobación previa del Cabildo».
La promesa de «un mundo submarino que muestra lo que ve alguien a seis metros bajo el agua» se convirtió, según Darder, «en un agua gris de color oscuro y triste». Patronos y clérigos vieron el resultado y «la insatisfacción era palpable en general, pero ya nada se podía hacer». Darder añade datos: sólo uno de los miembros de la Fundación se mostró entusiasmado. Y en el seno de los canónigos la cosa no fue mucho mejor.
El mar Mediterráneo que iba a filtrarse por los vitrales se tornó en las oscuras aguas africanas del Níger que inspiran al artista. «Esperábamos un mar translúcido, con una luz que no fuera oscuridad. Parece que su mensaje es que para orar hay que estar en penumbra. Además, que un incrédulo me dé lecciones de oración no lo acabo de entender», añade el deán. «La luz es insuficiente», concluye.
Segunda queja: el Cristo resucitado tampoco se ajusta a las peticiones y al gusto de la curia. Barceló niega una y otra vez que se le pidiera cambio alguno y los que están al otro lado de la mesa le desmienten. Darder confirma lo publicado por este periódico: en un viaje a Vietri Sul Mare -población napolitana donde creó el mural cerámico-, una delegación le solicitó modificaciones en los atributos y el rostro del resucitado para dotarlo de «una imagen más espiritual y menos pesada». Respuesta del artista a los medios: «no he hecho ningún cambio». Darder contradice la afirmación asegurando que el Cristo tiene «leves retoques en sus partes nobles». Por indicación del presidente del Cabildo Catedralicio, Joan Bestard, ha pintado de blanco la controvertida figura para suavizar la polémica y, de paso, dulcificar al resucitado.
El deán -que siempre apoyó la intervención- insiste en que, en conjunto, se trata de «una obra extraordinaria de un autor internacional que supone la entrada del arte contemporáneo en la catedral». ¿El problema? «El divismo del artista. Es una persona de trato nada fácil que apela a su posición consagrada para no dar explicaciones».
Un 'resucitado' algo «simiesco»
La Iglesia no está por la labor de rasgarse las vestiduras porque Barceló no asistiera a la misa celebrada el viernes con los Reyes para inaugurar la capilla. Ya sabían que trataban con alguien declaradamente agnóstico, pero lo de explicar que el Cristo resucitado es un «autorretrato» todavía tiene descolocados a los canónigos. ¿Significa eso que Barceló es Dios? «Lo que no acepto es que un ateo, por muy importante que sea, me suplante al Dios que ha eliminado», dice Darder volviendo a la interpretación polémica del Cristo resucitado. El arte choca con el clero, que ve profanada una imagen de importancia capital en el retablo. «El centro debe ser Jesucristo y me gusta que se represente la centralidad de mi fe de forma sensible para que atraiga la belleza y no ha sido así». ¿Partes mejorables? «Tiene aspecto simiesco, el tronco muy alto, las piernas cortas y las manos grandes». La idea de un resucitado aparece en la maqueta original y contentaba a todos, pero el resultado, para Darder, «está lejos de emocionar y remitir a una vida trascendente porque está insuficientemente expresado». Al margen de las críticas, Darder se muestra «maravillado» por la obra cerámica y entiende que «el incienso y los aplausos vayan para el artista». En la calle, los ciudadanos han acudido en masa para poder opinar con conocimiento de causa. La catedral estaba ayer desbordada de visitantes animados por la novedad, el interés artístico y el insistente bombardeo informativo realizado por los medios locales, porque lo que se ha cocido entre los muros del proyecto da para tanto como el análisis artístico.
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