El juzgado de Garzón ordenó intervenir el teléfono del locutorio de Lavapiés, propiedad de Jamal Zougham, dos semanas antes de los atentados del 11-M. Así consta textualmente en el sumario desclasificado por el juez Del Olmo. También consta en el sumario que al menos dos de los terroristas implicados en la trama pasaron por comisaría seis días antes del estallido de los trenes.
El sumario nos revela, asimismo, que los controladores de Trashorras y de Rafa Zouhier en las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado hablaron repetidamente con sus confidentes en las fechas inmediatamente anteriores al 11-M. Desvela, por fin, el sumario que al menos dos de los marroquíes que transportaron los explosivos desde Asturias tenían los teléfonos intervenidos antes del 11-M y que la Policía interrumpió la grabación de sus conversaciones el 12 de marzo, al día siguiente de la masacre.
Decíamos en el capítulo anterior que el transporte de los explosivos no era, en modo alguno, el mayor de los enigmas relativos a los días inmediatamente anteriores a la masacre del 11-M. Vamos a presentar en este artículo otros varios sucesos inexplicados que tuvieron lugar en aquellas vísperas de sangre. Como tendrá ocasión de comprobar el lector, algunos de los hechos que preceden al atentado son tan escandalosos que resulta imposible resistirse a la pregunta: ¿cómo es posible que ese atentado se llegara a producir?
Primer enigma: Despedida a un amigo
En el primer capítulo de la serie decíamos que El Tunecino (uno de los suicidas de Leganés) actuaba como enlace entre los hampones mercenarios de Morata y el núcleo duro del 11-M, que estaba articulado en torno a los hermanos Almallah. Diversas revelaciones del diario El Mundo nos han permitido saber en los últimos meses que El Tunecino estaba estrechamente vigilado antes de los atentados.

La declaración del casero de El Tunecino nos revela que este personaje abandonó su domicilio el 8 de marzo, dejando en él casi todas sus pertenencias. Pero el sumario nos revela también el testimonio del último testigo que le vio antes de los atentados: se trata de Hatem Ghanoudi, compatriota de El Tunecino y que le debía a éste una cierta cantidad de dinero.
Según la declaración de Hatem ante la Policía, el viernes 5 de marzo de 2004 El Tunecino le llamó para que le devolviera el dinero que le debía, así que quedaron citados y El Tunecino se presentó acompañado de un marroquí a quien Hatem no conocía. El Tunecino preguntó a Hatem si les podía llevar en su coche y este testigo llevó a los dos hombres al lugar que El Tunecino le indicó. Al llegar, se bajaron del coche, Hatem le entregó sólo una parte del dinero de su deuda y El Tunecino, a pesar de que Hatem aún le debía dinero, se despidió de él con una frase que parecía presagiar su futura muerte: "¡Hasta nunca!", le dijo a Hatem.
Ese lugar al que Hatem llevó a El Tunecino y delante del cual se despidió de él con esa premonitoria frase era... la comisaría de Ventas.
¿Qué fue a hacer el 5 de marzo a la comisaría de Ventas ese supuesto islamista peligroso, que nos dicen que estaba sometido a estrecha vigilancia y que estaba, al parecer, preparando una auténtica masacre para seis días después?
Segundo enigma: Llamada a medianoche
En el capítulo anterior vimos que varios de los marroquíes que transportaron los explosivos tenían sus teléfonos intervenidos en el marco de una operación antidroga que estaba llevando a cabo un juzgado de Alcalá. En concreto, tenemos la grabación de parte de las conversaciones de dos personajes: El Chino y Otman El Gnaoui.
Decíamos también que el asturiano Trashorras falsificó la matrícula del Toyota Corolla robado que prestó a esos mercenarios de Morata para el transporte de los explosivos. Trashorras puso a su coche la matrícula de otro Toyota que pertenecía a una madrileña, Beatriz H.C.
En la madrugada del 5 de marzo, Beatriz recibió una llamada de la Guardia Civil, en la que le preguntaron por su coche y le pidieron que comprobara si seguía aparcado en el lugar donde lo dejó. Tras confirmar que así era, la Guardia Civil le dijo que otro coche con su misma matrícula acababa de tener un accidente y le pidió a Beatriz que fuera a prestar declaración. Según reveló el diario El Mundo, la Guardia Civil le preguntó a Beatriz si conocía de algo a un tal Trashorras o a un personaje llamado El Chino.
Lo que había sucedido es que Trashorras envió a uno de sus ayudantes (un menor apodado El Gitanillo) a recoger el coche que había prestado a los marroquíes y este menor había tenido un accidente con el Toyota a las 23:45 del 4 de marzo. Obviamente, si la Guardia Civil interrogó a Beatriz sobre Trashorras y El Chino es porque El Gitanillo proporcionó aquella noche alguna información. ¿Qué datos dio El Gitanillo sobre el transporte de los explosivos? ¿Por qué no sirvieron para evitar la masacre? ¿Qué actuaciones se emprendieron para localizar a Trashorras o a El Chino?
Tercer enigma: Dos terroristas en comisaría
Pocas horas después de que la Guardia Civil interrogara a Beatriz, El Tunecino se presentaba en la comisaría de Ventas. Pero no sería el único de los presuntos terroristas del 11-M que pasó por comisaría aquel 5 de marzo. Las grabaciones efectuadas a los marroquíes que transportaron los explosivos revelan que Otman El Gnaoui (el único de los seis marroquíes que no murió en Leganés) fue llevado a comisaría también el 5 de marzo para ser puesto en libertad a las pocas horas. No sabemos a qué comisaría le llevaron ni con qué motivo se le detuvo, pero las grabaciones revelan que poco antes de entrar en dependencias policiales, Otman se encontraba en Puente de Vallecas. Fue en la comisaría de Puente de Vallecas donde aparecería la milagrosa mochila sin explotar el día 12 de marzo. ¿Por qué fue conducido a comisaría uno de los transportistas de los explosivos escasas horas después de que la Guardia Civil interrogara a Beatriz H.C. sobre El Chino y Trashorras? ¿Qué declaró Otman en esa comisaría? ¿Ante quién lo declaró? Y, sobre todo, ¿por qué fue puesto en libertad? ¿Era Otman también un confidente policial?
Cuarto enigma: El tiempo invertido
El Chino y Otman tenían sus teléfonos intervenidos antes del 11-M, como ya hemos dicho. Sabemos también que Otman es llevado a comisaría el día 5 de marzo, aunque no se nos ha explicado para qué fue allí, ni qué declaró, ni por qué fue puesto en libertad. Pero la sorpresa se transforma ya en auténtica estupefacción cuando nos

enteramos por el sumario del juez Del Olmo de que la Policía interrumpió las grabaciones a El Chino y Otman el día 12 de marzo. Aquellas grabaciones habían sido autorizadas por un juez de Alcalá a solicitud de una unidad policial (la UDYCO), en el marco de una operación antidroga. Las grabaciones ponían de manifiesto que tanto El Chino como Otman eran traficantes. El día 12 de marzo, aquellos dos teléfonos seguían activos y esos dos traficantes no habían sido detenidos, a pesar de lo cual la Policía, casualmente, solicita al juez que se interrumpan las grabaciones. Y no sólo eso, sino que también solicita, casualmente, que en su lugar se intervenga el teléfono de Rafá Zouhier, gracias a lo cual terminamos enterándonos, casualmente, de que Zouhier es confidente de la Guardia Civil.
Lo normal es que los terroristas responsables de un atentado no estén siendo grabados antes de la masacre. Lo normal, asimismo, es que la Policía intervenga después de la masacre los teléfonos de todos los sospechosos de colaborar en la misma. En el 11-M, nos encontramos con la situación inversa: los terroristas tenían sus teléfonos pinchados antes del atentado y la Policía interrumpe ese pinchazo inmediatamente después de que estallen los trenes. ¿A alguien se le ocurre una explicación racional para esta sorprendente inversión temporal, para esta curiosísima distorsión de las relaciones causa-efecto? ¿Por qué la Policía ordena el 12 de marzo interrumpir las escuchas a esos dos personajes y solicita, en su lugar, grabar las conversaciones de Zouhier? ¿Es Zouhier una más de las múltiples cortinas de humo tendidas alrededor del 11-M? Pero, sobre todo: ¿se hubiera podido evitar el estallido del piso de Leganés de haber continuado grabando las conversaciones de El Chino?
Quinto enigma: Llamadas de cortesía
El sumario y las declaraciones de mandos de la UCO (Unidad Central Operativa de la Guardia Civil) ante la Comisión 11-M ponen de manifiesto que "Víctor" (el alférez de la UCO que controlaba a Zouhier) llamó en tres ocasiones a su confidente en la semana previa a los atentados: el 4 de marzo a las 19:14, el 9 de marzo a las 20:48 y el 10 de marzo a las 12:46. Es posible que, además de estas llamadas de Víctor a Zouhier, existan otras de Zouhier a Víctor, pero no las tenemos registradas.

Los informes recogidos en el sumario demuestran también que el comisario de Avilés que controlaba a Trashorras y a su círculo de allegados habló con sus confidentes el 27 de febrero (el día anterior al transporte de los explosivos), el 1 de marzo (el día posterior al transporte de los explosivos) y el 2 de marzo.
Sin embargo, la versión oficial afirma que ni Víctor ni el comisario de Avilés hablaron con sus confidentes de nada relacionado ni con los explosivos, ni con los mercenarios marroquíes, ni con los atentados. ¿De qué hablaron entonces? ¿Eran simples llamadas de cortesía? ¿Achacamos esas llamadas de nuevo a la simple casualidad? ¿A quién informaron Víctor y el comisario de Avilés sobre la información que sus confidentes les habían pasado?
Sexto enigma: El cerco se estrecha sobre Zougham
Ya sabemos por artículos anteriores (véase el Capítulo 7), que Jamal Zougham, el único de los detenidos del 13-M que continúa en prisión, tenía su teléfono intervenido desde meses antes de los atentados, sin que en esas conversaciones se haya podido encontrar nada que le relacione con la masacre. Sabemos también que existe constancia de al menos dos informes de la UCIE (Unidad Central de Información Exterior de la Policía) enviados al juez Del Olmo donde se atribuye falsamente a Zougham (ya después de los atentados) la comercialización de determinadas tarjetas telefónicas relacionadas con la masacre y que en realidad habían sido comercializadas por personas pertenecientes al círculo de los hermanos Almallah.
Lo que Jamal Zougham tenía intervenido desde hacía meses era su teléfono móvil, porque el sumario nos revela que desde el juzgado de Garzón se ordenó, trece días antes de los atentados, interrumpir las escuchas al móvil de Zougham e intervenir en su lugar el teléfono fijo de ese locutorio de Lavapiés al que tanta relevancia mediática se daría en plena jornada de reflexión. Otra casualidad más que añadir a la lista.
Quien solicita al juez Garzón intervenir el teléfono del locutorio de Zougham el 27 de febrero es la UCIE, la misma unidad policial que pocas semanas después enviaría sendos informes a Del Olmo con falsas imputaciones contra Zougham. En sus solicitudes al juez Garzón, la UCIE reconocía que no había nada interesante en las conversaciones interceptadas a Zougham a través de su teléfono móvil, a pesar de lo cual le solicita que se pinche la línea del locutorio. ¿Por qué? Si no se había detectado nada en las conversaciones grabadas durante meses, ¿por qué ese interés en intervenir el teléfono del locutorio trece días antes de los atentados? ¿Quién y por qué estaba estrechando el cerco sobre Zougham?
Palabras finales
El lector sabe ya, tras leer estas líneas, a qué nos referíamos al afirmar que el transporte de los explosivos no era el mayor de los enigmas que rodean a los preparativos de la masacre: clarividentes pinchazos al locutorio de Zougham, interrupción de grabaciones al día siguiente del 11-M, terroristas que entran y salen de comisaría seis días antes de los atentados, confidentes policiales que conversan amigablemente con sus controladores de cualquier cosa menos de lo que se está preparando, ...
No sabemos qué es lo que sucedió el 11-M, pero el sumario instruido por el juez Del Olmo nos presenta un panorama que cada vez tiene menos que ver con la historia oficial. ¿Tan difícil sería que alguien contara a los españoles, de forma completa y clara, qué fue lo que sucedió realmente?
En los últimos artículos, hemos intentado presentar al lector los hechos relativos a los días inmediatamente anteriores y posteriores a los atentados del 11-M. Llegados a este punto, y antes de adentrarnos en otros episodios de esta inexplicable historia, es hora ya de volver a las tareas de análisis, para ver qué conclusiones podemos sacar de lo que hasta ahora conocemos.
En el próximo capítulo: El tiempo debe detenerse

Tiene a su disposición las entregas anteriores de la serie de artículos "Los enigmas del 11-M" a cargo de Luis del Pino
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