Viernes, 16 de marzo de 2007. Año: XVIII. Numero: 6298.
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EL CALLEJON DEL OCHO
De gafes y extraterrestres
ALBERT MARTIN

La historia de la navegación ha probado que nada es tan peligroso a bordo de un barco como tener fama de gafe. Con la etiqueta a cuestas, el cenizo se convertía en culpable de toda enfermedad o incidencia que se diera a bordo, y acababa por desembarcarse antes de que lo desembarcaran.

El proceloso mundo del fútbol, con sus tormentas y supersticiones, no escapa a esta tendencia. Bien lo puede acreditar Hermes Muñoz, un reportero gráfico argentino que se ganó la fama de cenizo en la selección albiceleste. Sus logros como gafe eran tan elocuentes que en la final del Mundial de México, Muñoz prefirió no entrar en el Azteca para ver el desenlace del campeonato que encumbró a Maradona. Sin embargo, con 2-0 en el marcador se animó a entrar en el estadio. En sólo nueve minutos, Alemania empató. El fotógrafo, desesperado, intentó huir del estadio, pero unas rejas le impidieron abandonar el recinto. Abnegado, se tumbó en el suelo, sacó los pies por entre el enrejado y escuchó así el definitivo 3-2 para los suramericanos.

Su historia fue el anticipo de lo que se avecinaba en el fútbol del siglo XXI. Los futbolistas de nuestro tiempo han sucumbido a un rumor que campa a sus anchas por los vestuarios, y que resuena con más fuerza en los grandes clubes. «Los periodistas traen mala suerte, que no se te acerquen», reza la advertencia.

Lo que viene ocurriendo en el Camp Nou en los últimos meses es la mejor prueba de esta tendencia. Un buen día aparecieron en el estadio unas vallas amarillas de inspiración Fisher-Price para evitar que los informadores abordaran a los futbolistas en los 20 metros que recorren entre el estadio y el campo de entrenamiento de La Masia.

A cambio, los jugadores se comprometieron a aparecer por la zona mixta después de los partidos. Sólo los ilusos les creyeron.Esta misma semana, sus reiteradas ausencias han llegado también a las ruedas de prensa. Los medios hicieron un plante y en el vestuario debieron resonar las carcajadas. En plena crisis, los responsables de comunicación del club admiten que la cosa irá a peor, y se muestran resignados con unos cracks ingobernables.«Si por ellos fuera, no hablarían nunca», dicen.

La batalla está perdida. El gran jefe del vestuario del Barça, Carles Puyol, aprendió de su amigo Luis Enrique el oficio de capitán. El asturiano debió de confiarle el secreto en una de las concentraciones en que compartían habitación: «Ojo con los periodistas, te harán perder títulos». Puyol le creyó y desde entonces, los jugadores azulgrana disfrutan de un hermetismo impropio de los asalariados de un club con 150.000 socios que son.

El día a día del periodista deportivo no puede ser más apasionante.Imaginen a un hatajo de gafes persiguiendo a unos extraterrestres.Imaginen a Hermes Muñoz, resignado y por los suelos, rezando por Maradona.

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