Viernes, 23 de febrero de 2007. Año: XVIII. Numero: 6277.
ÚLTIMAS NOTICIAS TU CORREO SUPLEMENTOS SERVICIOS MULTIMEDIA CHARLAS TIENDA LOTERÍAS
Primera
Opinión
España
Mundo
Ciencia
Economía
Motor
Deportes
Cultura
Comunicación
Última
Índice del día
Búsqueda
 Edición local 
M2
Catalunya
Baleares
 Servicios 
Traductor
Televisión
Resumen
 de prensa
Hemeroteca
Titulares
 por correo
 Suplementos
Magazine
Crónica
El Cultural
Su Vivienda
Nueva Economía
Motor
Viajes
Salud
Aula
Ariadna
Metrópoli
 Ayuda 
Mapa del sitio
Preguntas
 frecuentes
La principal cualidad de un líder se ha convertido en la infalibilidad permanente; nunca admite un error (Hannah Arendt)
 CATALUNYA
Crepúsculo final en can tunis
Jeringuillas usadas, escombros, derribos, grúas, toxicómanos y familias gitanas convivieron en los últimos días del suburbio.pero queda un testimonio en forma documental: 'Can tunis'
VANESSA GRAELL

Can Tunis ya no existe, con el nuevo milenio se fue consumiendo en una lenta agonía. Entre los dos carriles de la autopista y el puerto de mercancías, con vistas al cementerio de Montjuïc, estaba esta barriada gitana donde los toxicómanos más demacrados acudían a comprar su dosis diaria de coca, heroína o lo que se terciara.

Can Tunis es sólo un recuerdo, un lugar desaparecido que, sin embargo, sigue existiendo: sus últimos años quedaron registrados en el documental que José González y Paco Toledo rodaron entre 2002 y 2004, cuando se derribaron las últimas viviendas y el barrio se redujo a ruinas. La ampliación del puerto sentenció para siempre al suburbio.

El documental Can Tunis se estrenó a lo grande, en el International Documentary Film Festival de Amsterdam, el certamen más importante a nivel europeo. En febrero, se proyetó tres días en el marco de DocsBarcelona. Paralelamente a su circuito por festivales, sus directores esperan distribuirlo en diferentes salas de la ciudad.

José y Paco quisieron dejar un testimonio de Can Tunis, armados con una pequeña cámara y con la bendición de Carmen, una gitana que les hizo de cicerone por el barrio, se introdujeron en el día a día de los vecinos. Eran dos payos que consiguieron ganarse la confianza de una comunidad cerrada y recelosa. Sólo así pudieron grabar escenas de gran dureza: una pelea de gallos (tradición que aún sobrevive), la muerte de un cerdo por asfixia (momento en el que algunos espectadores de Amsterdam abandonaron la sala) o primeros planos de un toxicómano inyectándose en vena.

El protagonista del filme es Juan, un jovencísimo príncipe de la calle de 12 años. Su historia es la opuesta a los cuentos de hadas y su familia es de las más desestructuradas: mientras su madre cumplía condena en prisión (diez años por 97 gramos) y su padre se encargaba de nueve hijos, él se las arreglaba como podía para sobrevivir. Eso implicaba desvalijar coches (sólo después de haberlos conducido, práctica habitual en los menores del barrio) y otras muchas cosas... «Es un niño problema del que nadie quería ocuparse, le echaron de la escuela y nadie iba a hacer un esfuerzo por él», lamenta Paco. Ahora tiene 17 años, «ha crecido, se ha puesto muy guapo, pero la verdad es que no ha rectificado», afirma José.

En general, los niños del barrio perdieron prematuramente la inocencia: en la calle aprendieron a conducir, a jugar a cartas con dinero, a hablar y amenazar como adultos. La secuencia de un niño de 11 años, rubio y de ojos azules, conduciendo y explicando a la cámara que los yonkis se destrozan la vida con la droga resulta demoledora.

José y Paco grabaron más de 60 horas de material. Aunque la cinta es dura, en Can Tunis «pasaban cosas peores», indica Paco. Muchas secuencias no se incluyeron por su crudeza. Lo que más impresionó a José fue el nivel de «degradación infrahumana» de ciertos toxicómanos: «Es alucinante cómo un ser humano se puede alejar tanto de la vida», afirma. Por contra, a Paco, que acababa de llegar de Chile y tan sólo empezaba a conocer Barcelona, le impactó más descubrir que de espaldas a la ciudad moderna y turística vivía la comunidad gitana en condiciones absolutamente deplorables.

Todas las grandes ciudades tienen un lado oscuro y Can Tunis representa el de la Barcelona olímpica: fue en los años 90 cuando se erigió como lugar de compra-venta con línea directa desde plaza Cataluña: del 38, popularmente conocido como el yonkibus, desembarcaban los ansiosos consumidores. «Se calcula que unas mil personas acudían diariamente para comprar y consumir», señala José. En su opinión, los gitanos cumplían un «rol social» al traficar.

Sólo después de tener un premontaje del documental, Paco y José lograron encontrar un productor que financiara la película, Pedro Costa. «El mundo del cine es como una carrera de fondo», señala José. Ambos directores lamentan que el género documental no tenga tradición en España y que las grandes productoras no apuesten por él.

Los documentales como Can Tunis son una inyección directa al cerebro de la realidad más cruda, despiadada y sórdida, aquella que Barcelona prefería ignorar.

recomendar el artículo
portada de los lectores
copia para imprimir
Información gratuita actualizada las 24 h.
 SUSCRIBASE A
Más información
Renovar/Ampliar
Estado suscripción
Suscríbase aquí
Suscripción en papel
  Participación
Debates
Charlas
Encuentros digitales
Correo
PUBLICIDAD HACEMOS ESTO... MAPA DEL SITIO PREGUNTAS FRECUENTES

elmundo.es como página de inicio
Cómo suscribirse gratis al canal | Añadir la barra lateral al netscape 6+ o mozilla
Otras publicaciones de Unidad Editorial: Yo dona | La Aventura de la Historia | Descubrir el Arte | Siete Leguas

© Mundinteractivos, S.A. / Política de privacidad